lunes, 25 de mayo de 2020

La hermana pobre

A la sombra del salmón y a rebufo del reo, la trucha asturiana resiste el paso del tiempo, olvidada por casi todos. Tras varias décadas tentando a las pintonas astures, he asistido en primera persona al escandaloso descenso de las poblaciones o a la práctica desaparición de esta especie en algunos tramos. Restiello, Aller, Rales, Soto de Dueñas…son nombres de algunos paraísos trucheros asturianos, que pesqué con mi maestro Manuel Méndez Tuya y  que probablemente hayan desaparecido para siempre. 

Por suerte ya contamos en nuestras aguas continentales con bogas, carpas, cachos, black bass y lucios, convencido de que a corto plazo siluros y luciopercas, animaran el multirracial elenco de especies que puedan colgarse de nuestros anzuelos sin salir de Asturias. Conocida mi afición a estas especies, que las “Vacas Sagradas” del complejo universo salmonero astur consideran menores, mostrando esa prepotencia y creencia en ser los únicos poseedores de la verdad absoluta, debería estar contento, pero no lo estoy. La mera presencia de especies alóctonas en cualquier ecosistema fluvial, es una señal inequívoca de que las cosas se van a complicar o de que ya se han complicado de manera casi irreversible. Alguien cometió la imprudencia de introducirlas en nuestras aguas y otros lo ignoraron. 

No vamos a echarle  exclusivamente la culpa a estas especies invasoras, alguna ya asimilada, del ocaso truchero astur, tan solo es uno más de los elementos que ayudan a que nuestras farios sean cada vez más escasas. 

Por no ser reiterativo con el tema, del que ya escribí en varias ocasiones, parece evidente que nuestras truchas no pasan por el mejor momento y que nadie parece dispuesto a poner fin a tal desmán. Analizar la normativa aplicable para la pesca de la trucha en Asturias en las últimas temporadas, tampoco nos aporta nada, sirve para certificar la inexistencia de unas directrices definidas que fundamenten una gestión, independientemente de que esté acertada o desacertada en su enfoque. Ni está, pero sí se le espera. 

Condicionada por las medidas que fuesen más aceptables para el salmón, orientadas generalmente a la protección de los esguines hasta finales de mayo, anteponiendo la pesca del rey del río a las de las princesas desterradas, las truchas fueron ignoradas. El incremento de aguas declaradas salmoneras, sirvió para que la presión sobre aguas trucheras tradicionales, (ríos costeros de poco porte, aguas embalsadas o reducidos tramos del curso medio) hasta que se abran los ríos con presencia del salmón, mermase de manera definitiva las ya escasas poblaciones. Probablemente la cuenca del Piloña, incluidos sus afluentes, sea el mejor ejemplo de este proceso de salmonización de nuestros ríos. 
En Cantabria o Galicia las cosas van por derroteros similares, aunque la hegemonía salmonera tenga menor fuerza que la nuestra, mientras que en Castilla y León han optado por un modelo más radical orientado a la pesca sin muerte, aunque con resultados más desiguales. Merece la pena detenerse en el caso de León, esta vez sin Castilla como a ellos les gusta más, dónde los resultados son evidentes, sobre todo en el sistema fluvial del Orbigo, donde las poblaciones.

trucheras han mejorado notablemente. Sin embargo en otras provincias castellanas, como Burgos, Zamora o Palencia, ríos de leyenda, como el Pedroso o el Ucero, y cotos míticos, como Pino del Río o Vizcainos, no han notado una mejora razonable. 

No existen fórmulas mágicas que permitan llenar nuestros ríos de truchas de un día para otro, tampoco se trata de eso, pero va siendo hora ya de tomar cartas en el asunto y ponerse a trabajar en ello. Con mayor o menor acierto, La Rioja puede ser un ejemplo a tener en cuenta, ya que han optado por un modelo de gestión más creativo, con repoblaciones a la carta y división individualizada y rotatoria de los espacios de pesca controlada. 

Cuando me entran dudas existenciales, recurro al excelente trabajo que se hizo recientemente,  para valorar el estado del río Esva, dirigido por Esteban Lázaro Álvarez Romero por encargo de la Consejería competente en la materia, y proponer acciones para su puesta en marcha. Más que el contenido del mismo, científicamente irreprochable, e incluso sus resultados, que venían a corroborar lo que todos sospechábamos, me gustaría analizar la respuesta a una de las conclusiones extraídas y el argumentario justificativo utilizado por el Senado Ribereño local. 

La densidad de ejemplares adultos de trucha común (Salmo trutta fario) en todo el cauce principal y tributarios es bajísima, excepto en los tramos de pesca sin muerte en los que es bastante mejor, incluso podemos considerarla buena. El río presenta unas condiciones de hábitat excelentes, con buena calidad de agua y entorno ribereño adecuado. Para los “expertos ribereños locales” se debe a que allí es dónde los cormoranes no pueden pescar al ser tramos urbanos, en Brieves y Trevías,  y por eso hay peces. Cuando uno se empeña en no ver la evidencia, lo mejor es darle la razón para que la guarde a buen recaudo. 

Fundamentar la recuperación de nuestras poblaciones trucheras en imponer exclusivamente la pesca sin muerte no es la única solución, pero si un paso fundamental, como podemos ver en el Orbigo y en los tramos de captura y suelta del Esva. Volviendo a mi lema de río – peces – pesca, la cosa se volverá más sencilla y efectiva, pero partiendo siempre de un conocimiento exhaustivo del estado de nuestros ríos y de las poblaciones de peces. El resto será demagogia pura.   

Tengo la esperanza de que el nuevo equipo gestor de la Dirección General competente en materia de pesca fluvial, sea capaz de poner orden y concierto en un Servicio que toca de oído, al no tener partitura ni capacidad para escribirla, y que el esfuerzo no es su mejor virtud. La concatenación de decisiones normativas  aleatorias, la degradación de los ecosistemas fluviales y el entorno ribereño, los cormoranes y otras muchas cosas más, necesitan algún tipo de respuesta coherente y científica, no impulsos y ocurrencias creativas.  

Bien es cierto que no existe apenas presión social para defender a nuestras truchas, tan solo algunas asociaciones de pescadores sin aspiraciones salmoneras, salen en defensa de nuestras pintonas esporádicamente, pero los titulares se los lleva siempre el rey del río. Esta circunstancia quita presión a los gestores del recurso, que solventan la papeleta con cuatro repoblaciones, criadas en las instalaciones de las Sociedades Colaboradoras y moviendo unos vedados y los límites de algún coto. 

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