lunes, 25 de mayo de 2020

Roberto el “Moscon” un pescador irrepetible


En el rio Piñera, ocurría  lo que tiene que ocurrir cuando un pescador acude a pescar y, lo primero, es el entorno natural maravilloso del que se rodea. Después, todo lo demás llega de por sí, si además te encontrabas en tu día de pesca con Roberto, “el Moscón” te encontrabas con el PESCADOR.

Pescador irrepetible, hecho a sí mismo, autodidacta, capaz de inventarse una trucha en un pozo donde otros pescadores lo habían intentado, listo en el rio como el hambre, el hambre que las truchas quitaron en su familia, con cinco hermanos y un padre enfermo, un adelantado a su tiempo, elegante con la caña en la mano, dominando como nadie el cebo y capaz de hacer girar la cucharilla en una cuarta. Pescador de verdad.

Se inicio haciendo y preparando sus propias cañas y anzuelos, los ríos Piñera, Esqueiro, Uncin… son testigos silenciosos de la destreza de un pescador referente en la zona, capaz de leer e interpretar el rio donde otros solo veían el agua correr. Cuando aparecía su figura en algún bar todos sabían que ya había truchas.

De existir en aquella época los medios actuales habría seguro muchas horas de TV dedicadas a  su buen hacer en el rio, su carácter pedagógico, su capacidad para comunicarse  y su don de gentes hoy serian un filón inagotable.

UN MAESTRO DEL RIO

Fue un adelantado a su tiempo a la hora de detectar los problemas de los ríos, conocedor de la Flora y la Fauna como nadie solía repetir, “el primer día  de agosto que los regatos  bajan casi secos y que coincidan cuatro o cinco lavadoras vertiendo al rio al mismo tiempo, mataran las pocas truchas que quedan” lamentablemente su pronóstico fue más que acertado.
Estaba en contra de defender a ciertas especies”si siguen defendiendo a ultranza, nutrias y garzas será el final de las truchas” no se equivoco.

La pesca sin muerte no le recluto, la escasez de truchas y la pésima gestión  le fue alejando del rio, fue perdiendo la ilusión y se centro mas en otra de sus grandes pasiones, la caza.

Defendía las repoblaciones pero ponía en duda como se hacían, “sueltan truchas en ríos que no tienen vida, no ven el sol, los comen los bardiales, eso es perder tiempo” y también se lamentaba de los “iluminados” que querían darle lecciones sobre truchas, “entre todos no pescaron media docena de truchas y van a hablarme a mí de truchas, demencial”.

En los últimos años el rio Piñera había recuperado un poco y ya se veían truchas, se le iluminaban los ojos cada vez que su nieto Lucas pescaba alguna, aun le gustaba acercarse hasta la Curiscada, al Banzao, junto a sus hijos Robert y Marcos, extraordinarios pescadores  y sus nietos, y ahí todavía salía ese carácter indomable que ni siquiera los años y su salud deteriorada consiguieron modificar, quería pescar más que ellos. Genio y figura.

Su legado perdurara en el tiempo, con sus hijos y nietos, también con su hermano Chemari, pescador de postín, su figura con la caña en la mano será irrepetible.
Una trayectoria como la suya da para muchos relatos y anécdotas, una que le gustaba contar sucedió en el rio Piñera, a media mañana se encontró con un pescador forastero, y después de los saludos de rigor el forastero le pregunto cómo se estaba dando la jornada, cuando le enseña la “cestona” llena de truchas, el forastero no daba crédito. Allí in situ el pescador forastero le compro las truchas, y antes de irse le dijo, “me comentaron que en la zona había un pescador muy bueno, el Moscón, pero usted no lo hace mal”.

Al cabo de unas horas volvieron a encontrase en el rio, y Roberto, el Moscón ya llevaba la cesta repleta de truchas de nuevo, el pescador forastero no daba crédito, hasta que descubrió que ese hombre era precisamente el Moscón.

Nos deja un pescador extraordinario, se nos va un referente, se nos va una parte muy importante de nuestra vida, pero sobre todo nos deja un hombre integro, de carácter pero noble como pocos. En cualquier sitio que estés Moscón, descansa, descansa en paz, te lo mereces.

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