Escribir para Orbayu Naturaleza cuando te lo solicita Rafa González es un deber más imperativo que sacar cada año la licencia para poder desfilar con la caña en primavera por cualquier ribera asturiana. Estamos en vísperas de iniciar la temporada del 2020, si el Covid-19 no lo impide, aún no tenemos fecha, ni sabemos si vamos a poder pescar. El inicia de la temporada inevitablemente provoca una primera reflexión. Oí hablar a los pescadores más veteranos del comienzo de la temporada en febrero, pero solo conocí las aperturas de la pesca el primer domingo de marzo a cucharilla y devón, y el 19 de marzo con todos los cebos. Eran otros tiempos que no conviene borrar de la memoria, por mucho que se empeñen algunos en fomentar la amnesia. Recuerdo bien los tiempos en los que se encontraban en plena recuperación los ríos salmoneros asturianos y cántabros, tras una labor inconmensurable de repoblaciones en los años cuarenta del SNPFC dirigido en Asturias por Eugenio Guallart, desde su base multiplicadora de la piscifactoría de Infiesto que manejaba con gran acierto y mimo el gran Tuñón. Por aquellos años, la piscicultura aún no se había desarrollado como actividad mercantil y comercial, pero la piscifactoría pública de Infiesto se había convertido por sus resultados en un icono de la nueva técnica de las repoblaciones fluviales, que luego imitaron las piscifactorías del SNPFC de Ampuero en Cantabria y El Veral en Lugo. Por eso, al comienzo de esta nueva temporada quiero destacar el renacimiento de la piscifactoría de Infiesto, cedida por el Principado a la asociación de pescadores El Esmerillón, capitaneada por Antón Caldevilla y Juanjo Peruyero, que ya se estrenó estos meses con la primera promoción de alevines de trucha, que serán la antesala de los salmones que nacerán allí el próximo invierno. Este es el buen camino.
En el repaso al baúl de los recuerdos para sacudir la nostalgia y poner en forma la ilusión y las muñecas, no pueden faltar los datos de aquellas temporadas inolvidables de más de 2.000 salmones en el río Sella, con días de apertura de temporada de 32 salmones vernales, por encima de los seis y ocho kilos, utilizando solo la cucharilla y el devón, y la mayor parte del río como zona libre. Claro que entonces no ‘pescaban’ sin cupo ni días vedados las bandadas de cormoranes o las garzas o las plagas de nutrias. Entonces navegaban las piraguas pero no se conocían las invasiones de canoas. Entonces no se producían los vertidos -urbanos, industriales y ganaderos- concentrados por colectores que desembocan en depuradoras que no depuran, sin que nadie se escandalice por la agresión medioambiental. Por el contrario, hace setenta y sesenta y cincuenta años sí se repoblaba desde la piscifactoría de Infiesto, como complemento de los desoves naturales que se repartían por el Sella, el Piloña, el Güeña o el Ponga, hasta desparramarse por regatos, desde el Zardón hasta el Laspro o el Mampodre. Por entonces los pescadores ya costeábamos con nuestras cuotas a la Asociación Asturiana muchas tareas de cuidado de nuestros ríos, y d apoyo a unas administraciones públicas que, con aciertos y algunos errores, protegían nuestros cauces y bosques, y se ocupaban de recuperar nuestra la fauna salvaje en nuestros ríos y bosques. Esta es la memoria histórica del salmón asturiano que relata con precisión Alejandro Miyares en su “Historia de la pesca en el río Sella” que quien corresponde debería de ocuparse de reeditar, y entre todos deberíamos de procurar completar con las historias de la pesca en el resto de los ríos asturianos.
Es saludable en estas fechas mirar hacia atrás para repasar el camino recorrido durante tantos años por la pesca del salmón en nuestros ríos, sobre todo cuando la niebla y las amenazas que tenemos delante no nos dejan ver su futuro. Es inútil limitarnos a recortar temporadas, organizar descansos semanales, pescar sin muerte, reducir cupos o prohibir artes de pesca, si queremos salvar el salmón y disfrutar del noble arte de la pesca con caña. Si los depredadores de una y otra condición siguen ‘cazando’ en los ríos sin licencia alguna; si la contaminación ‘cultivada’ en las riberas sigue utilizando los ríos como cloacas; si continúan las mutilaciones artificiales de los cauces que provoca la incuria del mal llamado progreso; si estas tres armas letales contra el medio ambiente siguen activas, destruyendo el ecosistema fluvial, el salmón no tiene futuro en Asturias. Por eso, para abrir una puerta a la esperanza, hagamos pedagogía sin desmayo del buen camino y, sin perder la memoria, acudamos con esperanza al reencuentro anual con ‘el rey’ en las orillas de nuestros grandes ríos.
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